linden c pasion secreta 

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 Gracias  dijo él, con un dejo divertido en la voz . Casi tenía miedo de que me
arrancara los ojos.
Se puso a su lado. Charlotte lo miró de reojo.
 ¿Solo "casi"? Fallé, evidentemente.
 Bien, no puedo decirle que esperaba que se arrojara otra vez en mis brazos, ¿no
le parece?
Rechinó los dientes, furiosa.
 Yo nunca hice eso.
 No importa. Vine a ofrecerle la rama de olivo. A hacer las paces. A levantar una
bandera blanca. Empezamos mal anoche. A decir verdad, empezamos bien, pero
después nuestra relación tomó un mal camino. Le pido disculpas por cualquier
ofensa, no tuve intención de hacerlo.
 No tenemos ninguna relación, señor, ni la tendremos. Sé muy bien cuál fue su
intención, y ninguna disculpa será suficiente.
Él sonreía. Desgraciado.
 Y yo que creía que había cambiado de idea. Una encantadora sirena por la
noche, una virtuosa santa durante el día, dispuesta a perdonar a su prójimo por sus
pecados.
 Señor Drake, seguro que tiene mejores cosas que hacer.
Él simuló mirar a ambos extremos de la calle. Charlotte casi temblaba de la rabia
por haber sido abandonada por su chofer y verse sometida a esto. Habría comenzado
a caminar, pero no quería ir hasta su casa seguida por él.
 ¿Y dejar a una mujer en peligro? Jamás.
 Usted es el peligro  señaló.
Stuart rió, admirándole el perfil. De perfi1, el atuendo de ella era tan severo como
le había parecido cuando la vio desde el otro lado de la calle, pero a él le resultaba
perversamente subyugante. El vestido gris no lograba ocultar la voluptuosidad de
los senos ni la curva de las caderas. Se imaginó quitándoselo, centímetro a
centímetro... Se obligó a recordar que esa mujer lo había engañado, con ese cuerpo de
diosa, y que él tenía otros asuntos que tratar con ella.
 Quisiera terminar las hostilidades. Me decepciona que no me otorgue la mano
de su sobrina.
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Caroline Linden Pasión Secreta
 Me imagino  fue la ácida respuesta.
 No dudo de que actuó de manera impulsiva, cuando estábamos bailando, y...
 Tendrá que esperar sentado si piensa que voy a pedirle disculpas.
 Por eso le propongo que consideremos que estamos a mano  continuó Stuart,
ignorando sus interrupciones . Tunbridge Wells es un lugar pequeño para pelear
una guerra.
 Estoy de acuerdo  se volvió hacia él por fin y le regaló una sonrisa apretada,
que le hizo contener el aliento a Stuart, luchando entre el deseo y el recelo ,
demasiado pequeño. Qué suerte que piensa lo mismo. Espero que la caza le sea más
propicia en otra parte.
 ¿Perdón?  Stuart seguía fascinado por esa sonrisa, y por la luz que emanaba
del rostro de ella. Incluso toda cubierta como la esposa de un vicario, quitaba el
aliento.
 Es su actividad preferida, ¿no? Salir a cazar fortunas.  El carruaje de ella se
detuvo junto a ambos . Dudo que aquí encuentre una presa fácil de ahora en más 
agregó. Stuart la miró, entrecerrando los ojos. La sonrisa de ella se hizo maligna. El
chofer bajó de un salto para ayudarla a subir . Adiós, señor Drake.
Stuart no dijo nada; se quedó parado en la acera viéndola partir, con una creciente
sensación de inquietud. ¿Por qué había ido a visitar a lady Kildair vestida como un
lobo con piel de cordero? ¿Qué había querido decir con que la caza iba a ser más
propicia en otra parte? Él no tenía intenciones de abandonar Kent. Tunbridge Wells
seguía siendo un balneario de moda; había varias familias de buena fortuna que
pasaban la temporada allí. Susan Tratter no era la única heredera en la ciudad. Con
su nombre y sus expectativas, Stuart seguía siendo un buen partido.
A menos que alguien consiguiera arruinar su reputación. Sus temores se
confirmaron rápidamente. Más tarde, ese día, cinco de las matronas más petulantes
de la ciudad lo habían desairado. A la mañana siguiente fue abiertamente rechazado
en el parque y las muchachas que en otro momento casi se habían arrojado en sus
brazos ahora se ocultaban detrás de sus madres horrorizadas y con miradas
acusadoras. Stuart no necesitó que la viuda con la que había tenido un leve toqueteo
le confirmara que lo había transformado en un paria.
Él podía soportar que le negaran la mano de Susan Tratter  a decir verdad, era
una especie de alivio y fue sincero cuando intentó hacer las paces con Charlotte
Griffolino. Aceptaba que ella no lo encontrara agradable y que le hubiera hecho jugar
el papel de tonto. Después de todo, era culpable por haber caído en la trampa. Pero
tampoco tenía dudas de que ella no se detendría hasta aislarlo completamente de la
sociedad y eso no podía perdonarlo. Eso ponía sus precarias finanzas en una
situación desesperante y lo dejaba con pocas esperanzas de sanearlas pronto. Lo
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había hecho para vengarse de él, y Stuart de alguna manera iba a devolvérselo.
Al fin de cuentas, todo es lícito en el amor y en la guerra.
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Capítulo 3
Era una casa sencilla en una tranquila calle lateral en la vecindad más conocida de
la ciudad. Tratándose de la mujer que controlaba la enorme fortuna de los Tratter,
parecía una tontería alquilar un lugar tan común. Una mujer con un aspecto tan
exótico y exuberante se veía fuera de lugar en esa casa tan inglesa. No obstante,
considerando lo que Stuart había ido a hacer, era una suerte que no fuera una
fortaleza llena de criados.
Desde allí, escondido entre los arbustos, observó salir a su objeto de perdición
vestido de azul, del mismo tono que los zafiros que llevaba al cuello. A su lado,
Susan, también de azul, pero un tono más pálido, iba cabizbaja. Stuart le pidió
perdón mentalmente mientras la observó subir al carruaje; sabía que nada de eso era
culpa de ella. De haber sido otro el anillo, habría dejado pasar el asunto, pero, por [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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